Thursday, February 01, 2007
Caviares y Conchas
Un día después leí que Aldo Mariátegui me había dedicado, en son de condena, su columna en Correo. Era, lo escribió el propio Aldo, un ataque renuente. Pese a eso, añadió, mi breve actuación televisiva había confirmado sus más oscuras sospechas: “que los caviares son una logia ideológica y generacional, y que se ayudan y protegen entre ellos hasta el punto que un tipo a menudo imparcial como Gorriti queda cegado por su caviarada”.
La verdad, que a mí tampoco me entusiasma responderle a Aldo Mariátegui. Por lo general, cuando se trata de enfrentar a las geishas y a las barraganas de Montesinos, me encuentro instantáneamente dispuesto y preparado. Pero en el caso de Aldo Mariátegui juegan, a mi entender, otros factores. Aunque parezca una geisha, no lo es. Tiene un cierto respeto por la prosa (perdona a los “rojos” que escriben bien y los premia con un calificativo teologal: escribieron, en sus palabras, “como los dioses” tanto el ‘rojo’ Eduardo Haro Tecglen como el ‘rojo’ José Carlos Mariátegui, su abuelo) y por las ideas –o más bien, por la versión de las ideas-. Es inteligente (aunque hay quienes dicen que confundo insolencia con inteligencia, pero es que la insolencia también tiene escalas de CI), y no siempre se corre de los hechos, sobre todo cuando éstos tienen buen pique.
Pero vamos al que motivó la acre censura de Aldo Mariátegui. Fue la entrevista que hice a Manuel Rodríguez Cuadros, que, en las furiosas palabras de aquél resultó “un escándalo de ‘patera’ con el aliado de caviarada, toledismo y elianismo”. Luego escribió un listado de todas las supuestamente fulminantes preguntas que pude hacer y no hice. Y, según Aldo M., no las hice porque, claro, “ahora parece que hay que subordinar la verdad para atacar a García (que se ha ganado las iras caviares por la ley de ONG, la pena de muerte y las críticas a la sacrosanta CIDH) y para aprovechar cualquier flanco y aliado contra Fujimori”.
No. No parece que se subordine la verdad para atacar a García sino para lo contrario: para defenderlo a él, a Fujimori y de yapa al pensamiento-guía del visitador Areche.
La entrevista a Rodríguez Cuadros no tuvo el propósito de deshilacharlo sino de darle la oportunidad de hablar y de equilibrar en algo el apanado con visos de linchamiento que tiene como fuente a Palacio de Gobierno y Torre Tagle y que utiliza los ataques a un blanco fácil –como me temo es el caso de Rodríguez Cuadros– como distracción para disimular el resurgimiento fujimorista en la diplomacia y la colusión con la expresión política de la mafia.
Así que, cuando Rodríguez Cuadros habló del proceso de fujimorización en Torre Tagle y el gobierno en general, ¿debí recordarle el episodio vergonzante de su asesoría a Blacker Miller en 1992, tal como demanda Aldo Mariátegui? Bajo tal premisa: ¿Deberíamos recordarle a Hernando de Soto, cada vez que se lo entreviste, su complicidad con el golpe del 5 de abril mediante su asesoramiento y gestiones en la reunión de Bahamas? ¿Debe refregársele a Baruch Ivcher cuando se ponga al alcance de la voz que desde 1992 hasta 1997 era tan, pero tan geisha que no paraba de referirse a sus “ojos chinitos”? A mí no me parece, pero si Aldo M. lo considera indispensable, pues adelante, que les aplique la técnica Rodríguez Cuadros y no la del embudo. Y si luego quiere exponer a gente que estuvo recontracerca, no de Blacker Miller sino de Montesinos, pues quizá no tenga que salir siquiera de la oficina para encontrarla.
Las entrevistas no se dividen entre “pateras” y agresivas. Lo importante, tanto con las más exigentes como con las más sosegadas, es lograr transmitir la mejor información en el tiempo o espacio disponible. Había un apanado a Rodríguez Cuadros y la entrevista debía darle la posibilidad de hablar. Que fue lo que hice. ¿Debí ajocharlo, no dejarlo defenderse, sumarme a Alan y Aldo? No, señor.
En términos generales, me parece excelente que me recuerden mis deberes periodísticos de imparcialidad y distancia de los poderes organizados. ¿Pero que me lo sermonee Aldo M.? Si su alegato fuera en favor del periodismo panfletario, de la caricaturización de quien piensa diferente, de las campañas de demolición del contrario, ahí lo entendería mejor.
Claro que incluso lo panfletario se hace a veces involuntaria caricatura, como en la oportunidad reciente en la que Aldo Mariátegui se hizo ecológico por un día, más verde que Al Gore y la clorofila, para demostrar que “el ojo que llora” ¡era un atentado contra el medio ambiente! Él, Aldo, cuya noción de verdor se inspira normalmente en una poza de lixiviación.
Y cuando Aldo Mariátegui mencionó las “logias” que se protegen entre sí, pensé por un momento que se iba a referir a La Cofradía, ese grupo, al que asiste, de lobiístas, relacionistas públicos de grandes empresas, manejadores de imagen, sachaperiodistas extorsionadores y algunos periodistas, que se juntan en alegre promiscuidad, y entre chistes, chismes, peleíllas y acuerdetes, cartelizan clientes, cotos y protecciones. Nada peor que ese tipo de mezcolanza enferma le ha sucedido al periodismo desde que Montesinos salió de Las Palmas. Y entonces, si hablamos de “fustán caviar”, ¿hablaremos del estratégicamente situado hilo dental cofrade?
Tiempo de reflexión, Aldo. Alucinarse liberal y terminar Cara al Sol al lado de Lourdes Alcorta no es el mejor destino ni para el nombre ni para el apellido ni, sobre todo, para la inteligencia.
Pero, en fin, si quieres seguir con el tema y Rodríguez Cuadros está en Lima, los invito desde ya a la Hora N la próxima semana para que intercambien pareceres. Y si no, ven igual, para discutir sobre periodismo. Terminaremos, imagino, hablando sobre caviares y conchas y conchazas y me pregunto si habrá entre el público quien crea que estamos deliberando sobre gastronomía.