Friday, May 16, 2008

Observación de un Juicio - Jaime Bedoya

Observación de un Juicio

Fui invitado como observador1 al juicio en contra de un ex presidente de la República. Observé esto:

1. Desvíos am. El bus que lleva a los familiares de las víctimas del grupo Colina y a sus abogados a la sede del juicio en la Dinoes está atrapado en el tráfico. La mayoría de pasajeros viajan adormilados, arrullados por el lento silencio, sin radio, sin música, con que el bus se desplaza. Los abogados se distienden con charla inocua sobre temas cotidianos: Tula y el Juan Aurich.

El bus enfila al lado del estadio Monumental. Dos familiares de víctimas de la Matanza del Santa, caso que no está incluido en este proceso, asisten al juicio por voluntad propia para ver si les ayuda a encontrar nueve cuerpos desaparecidos. La estructura a medio desarmar del concierto de Miguel Bosé llama su atención. Acaban de llegar de Ancash.

Hoy es un “buen” día para los familiares. Se presenta como testigo de la defensa el General Rodolfo Robles, quien denunció la existencia del Grupo Colina. Frente a la entrada de la Dinoes hay un Jardín de la Infancia. Se llama El Castillo del Saber.

2. Hay dos salas para el público asistente, la principal y la auxiliar. La principal está separada del tribunal por un vidrio, volviéndola parte jaula transparente, parte acuario seco.

Se pasa por una detección de metales y se entrega el celular. Tras descorrer un telón de terciopelo granate el encargado de seguridad conduce al asistente hasta su localidad. Los asientos son numerados. Hay 28 al lado izquierdo, 28 al derecho, un aparato de aire acondicionado y un redundante tv plasma para reproducir lo mismo pero de otra manera. Los fujimoristas se sientan en el sector derecho, tras la nuca de su líder.

Cuando entra a la sala el Juez César San Martín, su presidente, la audiencia es conminada a ponerse de pie.

Cuando entra el acusado se ponen de pie los fujimoristas. Él corresponde con su habitual sonrisa, inescrutable en cuanto a su significado. No se sientan hasta que él se sienta.

3. Las historias de agresiones de fujimoristas hacia los familiares de las víctimas son repetidas. Comentarios como “llegaron los terrucos” normalmente quedan sin respuesta. Es un pacto que han hecho los familiares: no responder. Se desahogan yéndose a llorar a la sala auxiliar. Esta es un minicine en la penumbra donde se proyecta el juicio en pantalla gigante. Asisten periodistas y estudiantes de derecho. Un policía, sentado al lado de una futura abogada, coquetea amparado en la poca luz.

4. El sueño persiste ya iniciada la audiencia. El encargado de seguridad despierta a quienes se quedan dormidos en la sala principal. Está prohibido dormir en la sala.

Aproximadamente a las 10.30 am el fiscal César Peláez, en uso de la palabra, dice felizmente el acusado se acaba de despertar, achacándole que no quiere escuchar lo que dice el testigo en su contra. Su abogado protesta por ese comentario. Le dan la razón.

5. El notorio sueño constante es una defensa natural del organismo, dice la sicóloga Candelaria Ríos. Ella presta acompañamiento psicológico a los familiares. Su trabajo es prevenirles mayor daño emocional, promoverles el cierre del luto, y ayudarlos a que rehagan un proyecto de vida normal. Para ellos es traumático tener que volver a una dependencia policial. Cerrar el luto es difícil cuando no existe un cadáver. Y varios a raíz del juicio han reparado que se quedaron en primaria, sin saber leer ni escribir. En todos el ejercicio de la ciudadanía es una novedad descubierta.

Ver al acusado respondiendo ante la justicia les produce satisfacción, pero también ansiedad. Siguen viéndolo como un agresor. Temen una venganza de los Colina. Temen que el juicio termine en nada. O una fuga.

Este cúmulo de indignaciones tiene un canal de desfogue, la actitud y el estilo del fiscal Avelino Guillén. Entre los familiares hay un Club de Fans de Avelino, dice Candelaria. Entre los familiares y Guillén nunca ha habido trato.

6. El acusado notoriamente evita el contacto visual con el General Robles. Se distrae con el lapicero sobre el papel, dejando que los fotógrafos detrás suyo puedan captar lo que apunta. Ante la incertidumbre, necesita aferrarse a algo, afirma Ríos. Cuando los anteriores métodos le cansan o dejan de ser efectivos como evasión, el acusado entra en una densa modorra y sueño autoinducido. Mantiene la vigilia desglosando hojas de un block anillado con el cuidado propio de una tarea escolar.

7. Durante el receso, en la sala auxiliar, el abogado Ronald Gamarra les explica a alumnos de derecho de la Villareal los pormenores del juicio. Se trata este de un proceso adversativo, donde el juez es un tercero que controla y decide, contrario al viejo modelo del proceso inquisitorial, corrupto y poco transparente. Agrega que así la sentencia sea en contra y él esté en desacuerdo con ella, podrá decir que fue un proceso satisfactorio.

El abogado César Nakazaki, también durante el receso, responde acerca de la prueba diabólica. Es decir, probar la no existencia de algo. Por ejemplo, dice Nakazaki, probar que usted no tiene conciencia.

Se le pregunta si no es eso lo que está haciendo respecto a la culpabilidad de su patrocinado. Ya no quiere responder más.

8. La señora Felipa Antuna abandona la sala principal y aprovecha para comer galletas de soda. Le quedan unas migajas en los labios y atiende con desconfianza unas preguntas que intentan traducirle. La suya es una presencia silenciosa. Es quechua hablante y rara vez habla. ¿Entiende lo que dicen en el juicio? Un poco, responde. Le gustaría traducción. Viene de la sierra arequipeña. Está aquí porque perdió a una hija de 18 años en la matanza de Barrios Altos. Se enteró de eso recién semanas después de sucedido. Las noticias demoran en llegar a donde vive.

En la sala principal Felipa Antuna estaba sentada muy cerca de un connotado lider fujimorista. Este también perdió una hija en circunstancias terribles. Lo más probable es que ninguno de los dos esté al tanto de ese indescriptible dolor en común.

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1 Por la Coordinadora Nacional de DDHH.

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